Enamorarse



Desliza la mano, presiona el botón negro y sube ligeramente el volumen. Se sienta antes de que empiece la melodía. Es un ritual que repite a diario. Es su momento preferido del día, es su momento de intimidad.

Comienza ella, comienza la canción.

No puede dejar de escucharla. Es hipnótica, penetrante. Se cuela en cada recoveco de su cuerpo. Acaricia sus oídos con la dulce melodía. 

Se ha enamorado de ella.

Se recrea en cada acorde, en cada nota. Respira esa suave cadencia que desprende. Permite que lo envuelva en ese bucle de sensaciones. Es difícil describirla, siempre igual, pero a la vez siempre diferente. Cada día se arroja contra ella, ansioso por sentirla, por llenarse el cuerpo de vida.

La primera nota es fuerte, pero a la vez está contenida. Se retuerce en sí misma. Nace y muere cada vez que suena, cada vez que se deja escuchar por él. No existe realmente si no hay nadie para sentirla, para embriagarse de ella.

Vida en medio de lo inhóspito. La melodía es difícil de explicar, compleja e inigualable. Notas que luchan por existir, por ser. Tiene un sentido desgarrador. La sobriedad nunca fue tan expresiva, tan deliciosa.

Puede escucharla una y mil veces, pero siempre quiere más. Es necesaria, es como respirar. No puede permanecer en el silencio. Expresa todo aquello a lo que no llegan las palabras.

Su vida no es más que dejar correr el tiempo hasta que llegue ese momento del día que tanto ansía. Esa canción. La música, es de lo único de lo que se alimenta.

Absorto contempla la pared. No es capaz de ver nada cuando se reproduce la melodía. Solo escucha. Solo siente.

Si cierra los ojos con fuerza es capaz de verla.

Él la imagina y piensa con forma de mujer. Las notas dibujan su cuerpo. Su esbelta figura, su cabello salvaje y oscuro, su mirada pura. Cuando abre su boca le alecciona con sus palabras, sin tregua, revolviéndose en sí misma, presa de él. Y él preso de su deseo por poseerla.

Los días corren, los años pasan. El tiempo manosea su rostro mientras se evapora la vida. Las arrugas comienzan a surcar sus manos y su fiel corazón. Fiel a ella, a su canción. Está muerto en vida de forma aparente.

Esa melodía no es real, su melodiosa amada no existe. Él se consume en cantos de sirena.

Puede que se sienta bien, que realmente él esté vivo por dentro. Pero una existencia con ella como única compañera no es una vida, y en su lecho de muerte, ahí donde su canción ya no se reproducirá, donde el botón estará demasiado lejos para ser pulsado comprenderá que su felicidad nunca habrá sido real, al igual que aquella canción nunca hubiera existido si él no hubiera estado ahí para escucharla.





Beautiful


Intentaba gritar pero se ahogaba en sí misma. Si conseguía aunar algo de fuerzas, se evaporaban con una facilidad asombrosa ante cualquier imprevisto. 

Aquella maldita maleta que cargaba con ella iba demasiado llena, en algún momento iba a explotar. La cremallera cerraba a duras penas y las ruedas estaban rotas. Solo podía arrastrarla, y además tenía que ser sobre aquel horrible suelo pedregoso. 



Dejar algo por el camino era impensable, tenía que conservarlo todo. Todas las fotos, todas las entradas, todos los recuerdos, todos los aromas y todos los momentos. Cualquier detalle era indispensable, una fibra de su camiseta, un mechón de pelo, una calle por la que un día pasaron, una canción, un helado que un día compartieron, un atardecer, un amanecer, una siesta, varias carcajadas, todos los llantos, algún grito, momentos de tranquilidad...

Esa maleta pesaba como pesa una vida

Un día de estos voy a tirar esa maleta por ahí de una patada


"Hay noches en las que si no fuera por la maldita gravedad, yo, me arrojaría al cielo"



Beetlejuice

El amor adolescente, el apasionado, el imposible, el arriesgado, el destructor, el embriagador...


(...) Aquella música parecía salir de lo más hondo, brotaba del alma. Las notas que surgían del arpa me arañaban, a veces me acariciaban, pero sobre todo hacían que me estremeciera. Parecía con su música poder trastear mi interior, a su antojo, haciendo que me deleitara de emociones pasadas, permitiendo que me embriagaran los sentimientos. Era una música que ya había escuchado antes, pero nunca así. Lo repetiría una y mil veces, siempre lo mismo, pero a la vez, siempre diferente. Nunca se quedó en la superficie, me atravesó y llegó a lo más profundo. 


Forcejeaba con las cuerdas, se peleaba con pasión, entre él y el arpa había algo especial. Se daban una tregua y él parecía acariciar el instrumento con su mano. Todo lo que desprendía se movía entre extremos, te llevaba a lo más alto para después bajar y hacerte sentir el frío suelo. Nace un fuego que poco a poco él aviva, un fuego que calienta y muchas veces te quema. Se movía como agua, inundaba cada recoveco de tu cuerpo. Era lluvia que caía, humedecía y se filtraba en ti para siempre. 

I love mojo picón

Echar de menos, extrañar algo -o a alguien-, echar algo en falta. Sentir ausencia.


Era lo mismo pero de distinta forma. Por un momento se desvío del tema inicial y comenzó a divagar sobre la existencia de una inmensa cantidad de palabras o frases para querer decir lo mismo. ¿Sería aquello fruto de la suma de todas las diferentes personas que conviven en el planeta? ¿Somos todos, al fin y al cabo, lo mismo pero de diferente manera? En fin, da igual, esa no era la cuestión.

Azotaba en aquel entonces una ola de frío siberiana. Pero su mente no estaba en Madrid -lugar en el que sí estaba su cuerpo- y mucho menos en Siberia. Sus pensamientos se posaban sobre la cálida arena. Las ideas brillaban gracias a los rayos del Sol. Sus preocupaciones se derretían y fundían, mezclándose con el inestable suelo de granito...




Todo ese calor parecía empezar a agobiarle, suerte que pronto llegaría el atardecer, dando paso a las estrellas, a los sueños y al descanso. Nada como dormir escuchando el susurro de las olas. No podía evitar sonreír cuando su mente evocaba recuerdos de su infancia relacionados con estos hechos. Qué delicioso cuando se llevaba una caracola al oído y aseguraba estar escuchando el sonido del mar.



Su vida había estado siempre tan ligada a la costa que costaba creer que ahora se encontrara en una ciudad sin mar. Vivía allí donde el horizonte no separaba el mar del cielo.





pics: momentos aleatorios cerca de mi mar. (Gran Canaria)